Por Víctor Olivera
Santos Saúl Álvarez Barragán ante Gennady Gennádievich Golovkin, el duelo más esperado de desde Mayweather/Pacquiao, chocarán este sábado, en la búsqueda de construir un legado. México vs Kasajistán. En línea estarán los títulos de peso de medio AMB, FIB y el CMB (sólo para GGG, Canelo no está interesado en el cinturón). El epicentro será el T-Mobile Arena, en Las Vegas. Aparentemente el mexicano cumplirá con reglamento de la Federación Internacional de Boxeo, que es la única que tiene dos pesajes: uno el día anterior a la pelea, y otro el mismo día, donde hay un límite de rehidratación de 10 libras, máximo. Es decir, el duelo es 160 libras (72,575 kg), en la báscula puede marcar un tope de 170, si se pasa queda inhabilitado para la disputa.

La concreción del pleito se demoró a razón de más de dos años, la especulación dominó la escena que derivó en un tire y afloje permanente entre las partes. Primero porque Golden Boy, la promotora que maneja los destinos del peleador azteca, quería repartir dividendos, rayando lo leonino. Si bien es cierto que son el lado A de la negociación, los réditos económicos no los hacen solos. Mientras seguían por caminos distintos, las conversaciones entre Eric Gómez y Tom Loeffler, de K2 Promotions, seguían con intermitencias. Hasta que en este año redondearon el acuerdo final. Una de las primeras jugadas fue reservar el estadio, relegando a Mayweather de su casa y una de sus fechas selectas, tuvo que pelear con McGregor en agosto. Luego hacer un reparto más razonable de los ingresos. Otro punto del contrato es la existencia una claúsula revancha solo aplicable por ellos. El equipo del kasajo se entregó a la bondad ajena para cristalizar un eventual desquite. La primera es una certeza, la segunda es incierta. Tarde o temprano debían colisionar, ambos se necesitan, para ser erigirse como la próxima figura del boxeo. Hay buenos boxeadores, no hay grandes ídolos. Hay un casillero vacío.
Muchos le enrostraron a Canelo que evitó a Golovkin por cobardía. Hay peleas que nunca se concretaron, Mayweather/Pacquiao tardó 5 años, no fue lo mismo, nos los agarró en su cénit, pero el consuelo es que existió. Esta tardó menos, y probablemente mucho tuvo que ver la especulación y el tacto de Oscar De La Hoya para saber elegir el momento. La facturación de su compañía podía caerse a pedazos si el combate se hacía en tiempo y forma. Hoy el duelo, a priori, tiene una mayor paridad, antes una victoria de Triple G parecía caer por decantación. Y otra cuota de responsabilidad de la tardanza recae en el Consejo Mundial de Boxeo, uno de los peores organismos en lo concerniente a la justicia deportiva, que opera con total discreción y arbitrariedad. Su mediación fue una rémora.
“Tenemos un señor que se llama Canelo Álvarez, que vende 600 mil ppv, a 70 dólares, son 50 millones de dólares. Tenemos por el otro lado, un señor que se llama Gennady Golovkin, que vende 150 mil ppv, a 50 dólares, son 7.5 millones de dólares. Es decir, la proporción es 80-20, es muy sencillo, así se arreglan las peleas, con eso porcentajes, y con ninguna otra cosa. ¿Qué es lo que estamos discutiendo? El Consejo Mundial de boxeo le está pidiendo al Canelo una subasta en la que prometían 70-30, como manda su reglamento. El Canelo tenía un título que vale muy poco, y le estaba costando demasiado dinero, porque además, existe esa estupidez, esa barbarie de los organismos de estos tiempos, que han creados los títulos interinos. Entonces, como Golovkin era campeón interino, el Consejo le estaba diciendo que no iba a ganar 70-30, como dice el reglamento, sino que va a ganar 60-40. ¿Cuánto le cuesta eso al Canelo, 10, 20, 25 millones de dólares? Eso es lo que pasó, y ninguna otra cosa”, fue la explicación del periodista Eduardo Lamazón, el año pasado. La postergación tenía una razón de ser económica.

En ese terreno es sensata la decisión de Golden Boy, pateó la fecha, hoy sus ganancias serán mayores, y no tendrán mediaciones de terceros. La incoherencia fue de Canelo, que después de noquear a Amir Khan, arriba del ring, con GGG presente, dijo “como decimos en México, hay que dejarse de mamadas, ahora mismo me pongo los guantes”. El contexto de la noche lo arrastró a la demagogia, y quedó atado a sus dichos. Carga con esa cruz hasta estos días. Sus detractores no le perdonan aquella declaración vociferante, sobre todo en su país, donde muchos no lo valoran porque no representa el “estilo mexicano”, ese guerrero que va al frente, que ataca sin importar lo que viene. El arquetipo de peleador azteca. Una construcción histórica que empieza a quedar desaggiornada. Su boxeo ha evolucionado, como sucede en Japón. Ya dejaron de ser, solamente, peleadores que se inmolan arriba del ring, ensangrentados, haciendo épica en cada golpe. De los actuales campeones que tienen, el único que se acopla a esos parámetros es Leo Santa Cruz, el resto varía.
La consecuencia deportiva de aquella decisión fue perder el título verde y oro. Tampoco se aprobó el cinturón huichol que el organismo preparó especialmente para la pelea con Chávez Jr. Canelo alegó que el CMB operó solo, sin autorización, y promocionó el producto por todos lados, porque tenía detrás una cúmulo de auspiciantes. Entró en rebeldía. El órgano de Sulaimán fue preso de sus decisiones, logró que los boxeadores rechacen su mejor creación. Lo mismo hizo Cotto anteriormente. Si hay tiempo para la tregua, hasta última hora podrá aceptar disputarlo, si se arrepiente.
Ante la vacancia, por su estatus interino, GGG fue ascendido a regular. ¿Cuándo fue la última vez que un Monarca del ente defendió el cetro contra un retador mandatorio? Julio César Chávez Jr. ante Marco Antonio Rubio, febrero de 2012. Cinco años con el reglamento congelado. Jermall Charlo es el rival mandatorio, recién el año que viene tendrá su oportunidad, serán 6 años. Los sucesivos campeones (Maravilla Martínez, Cotto, Canelo y GGG) nunca cumplieron con las defensas: a dónde va el negocio, allí se acomoda el Consejo, sin privarse de inventar un campeonato cada vez que puede.
La historia del título mediano del CMB es conflictiva, tiene sus vicisitudes, está inmersa en una de ola de conveniencias, oportunismos y vicios, gracias a la forma de gobernar de los Sulaimán. Marco Antonio Rubio después de perder con Chávez Jr. puso el grito en el cielo porque la comisión Atlética de Texas no hizo los controles antidoping pertinentes. “El Veneno” no es un boxeador comercial, no reditúa para la televisión, y el Consejo no tuvo más opción que darle una nueva oportunidad. Y en abril de 2014, en un soporífero duelo eliminatorio, venció a italiano Doménico Spada, para convertirse en retador obligatorio, y a la vez ser “Campeón interino”, que coexiste con el campeón regular, una figura aberrante de estas épocas, que sólo sirve para que los organismos recauden dinero con el pago de las sanciones de los títulos.
Cotto le gana a Maravilla en el Madison de Nueva York, y tenía a Rubio en lista de espera. Contingencias mediantes, el boricua no volvió a pelear ese año. Y el CMB en connivencia con la AMB, no tuvo mejor idea que aprobar una unificación insólita, entre Golovkin y Rubio, un cinturón regular con un interinato. La jugada salió perfecta, primó la lógica, y el mexicano fue destruido en menos de 5 minutos.
Triple G sumó la versión interina del título de peso medio del Consejo, y estaba en línea para pelear contra Cotto. El CMB intercedió, realizaron un ‘stepaside’ (hacerse a un lado, en inglés), el kasajo no presionó, salió del camino gracias a un acuerdo económico, y el combate entre Canelo y Cotto era factible, con la condición “impostergable” de enfrentar al ganador. Además de sumar dinero, podría seguir a la caza de los demás cinturones, una obsesión que lo mantiene en vilo hasta el día de hoy. Canelo ganó, y el choque contra él era lo siguiente, la nueva “pelea del siglo”.
El ente dirigido por Mauricio Sulaimán, después de violentar sus propias reglas, quiso aplicar el reglamento que no usó en cinco años en un par de días. Y el equipo de Canelo acostumbrado a ser el Lado A de las negociaciones (exceptuando la pelea con Mayweather), no quiso mediadores, y con tino para sus intereses rechazaron la imposición de condiciones. Dos años pasaron, llegó la pelea contra Chávez Jr. y sumó una nueva victoria a su récord. Tan anecdótico fue el resultado, por el magro papel que hizo el hijo de la leyenda, que un par de minutos después había algo que comunicarle al mundo del boxeo: Golovkin subió al ring, Canelo lo esperaba, la pelea estaba firmada, era una realidad.
CANELO
Saúl Álvarez (49-1-1, 34KO’s) debutó como boxeador a los 15 años, de los más jóvenes. Forjado una familia de boxeadores, fue el mejor de 7 hermanos. Hoy tiene 27 años, fue campeón en dos divisiones, se midió con altos valores. Hizo bastante para la edad. Recién en la última pelea con Chávez Jr. tuvo un opositor más grande físicamente, desde Baldomir que no sucedía, fueron excepciones. Ahora tendrá que acelerar la adaptación a las 160lbs. contra el rival más peligroso. Para ganar, deberá cranear una pelea defensiva sin fisuras. Tiene herramientas para lograrlo, la constancia es clave. Un error de cálculo, y le puede pasar el tren por encima.

En su primera etapa en Estados Unidos, el pináculo de su trayectoria lo cruzó con Mayweather, uno los de los mejores del juego. La derrota fue humillante, prácticamente no ganó un round, fue víctima de una versión estelar de Floyd, que se divirtió con él. Las expectativas se desmoronaron. La ambición del mexicano se adelantó a los tiempos, pudo más que la sensatez. No era el momento. Canelo estaba verde como boxeador, para muchos no era la figura que insinuaba ni lo que las televisaras vendían. Era tiempo de barajar y dar de nuevo.
La primera gran decisión fue firmar con la cadena HBO, ya que en Showtime no tenía los rivales acorde a sus pretensiones. Desde entonces Canelo ha mejorado, ya perdió la candidez que lo perturbó en su única derrota como profesional. Es visible su progreso en defensa y en su velocidad, luce más ágil. Para sus intereses le conviene la pelea en un plano de ajedrez, pensada, es un contragolpeador. No ser un blanco fijo. Tiene que jugar de torero tiempista, jabear y alejarse. Es fundamental el fondo físico para ejecutar esos traslados y movimientos. Una falla de centímetros puede condenarlo.
El enigma ronda en su capacidad de absorción, su quijada. La única vez que atravesó peligro fue hace unos años, cuando José Cottó, hermano de Miguel, lo tuvo a maltraer, y el encordado lo salvó de visitar la lona. Tiene la presión de demostrar en el ring, lo que declara ser en palabras. El primer paso para certificar que estamos en «su» era es una victoria, sin margen de zozobra.
GOLOVKIN
Gennady Golovkin (37-0, 33KO’s) tuvo una infancia muy dura, perdió a dos de sus tres hermanos en las fuerzas armadas rusas, en épocas de guerras. El único sobreviente fue Max, su gémelo, que también era boxeador, y según cuenta Abel Sánchez, entrenador, tenía mejores condiciones. Eligió dar un paso al costado, y alentar a su hermano.
Allá por 2010 tenía problemas con Universum, su promotora de entonces. No llegaron a un acuerdo satisfactorio para las partes, y en simultáneo no lo podían despojar de su derecho a trabajar. Las televisoras de USA/Europa no querían televisarlo porque tenía conflictos legales. Inicio una etapa autónoma, fue su propio promotor. Mientras esperaba la libertad de acción hizo un par de peleas en Panamá, una ante el local Milton Núñez. Lo anuló en 58 segundos, y capturó el Título interino AMB. Además de sumar un campeonato, logró ser agente libre, hasta que firmó con K2 Promotions, la promotora de los hermanos Klitschko, y eso trajo, en consecuencia, la pantalla de HBO como socia.
Desde entonces hilvanó nocauts en fila: Proska, Rosado, Ishida, Macklin, Stevens, Geale, Monroe Jr., Rubio, Murray, Lemieux y Brook. Llegó a 23 consecutivos, una barbaridad. La racha se cortó con Jacobs, ganó en decisión unánime. Buenas victorias, ninguna resonante, porque los rivales califican como buenos, y no más que eso. No es culpa suya, sino de la flaqueza de la división. Si hubiese habitado la época de Hagler, Hearn, Leonard, hoy podría ser leyenda. Recién ahora, ante Canelo, tiene en sus manos el gran triunfo que le falta a su carrera.
Triple G nunca fue al suelo, ni de amateur, y aniquiló a la mayoría de sus rivales. Al kazajo le reditúa el intercambio furioso, y la lógica lo tiene un punto arriba, porque es un mediano natural, y porque la genética le otorgó una pegada criminal. Es un peleador frontal, con una defensa permeable; una de sus fortalezas es la barbilla, aguanta lo que le tiran. Otro punto favorable, es que tiene cierta prolijidad para cazar a sus rivales, no se impacienta. Persigue con tranquilidad. Cuando la puntería está alta, liquida rápido, sino va construyendo la demolición, hasta que da el último toque de gracia. Parte como favorito.
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Hay un precedente, Canelo y Golovkin ya pelearon, hace seis años, con cabezales. Desde aquel sparring ya se conocen. En algo coinciden, ninguno pasó por una guerra y adolecen de una victoria consagratoria, y no tienen rivales en común. Es una incógnita su reacción en la adversidad. El cruce puede llevarlos a ese terreno desconocido. Una pelea cinco estrellas, donde se verá quien saca ese plus de las peleas históricas. El ganador puede marcar el inicio de una era, ser el nuevo rey libra por libra.